Nuestro festival es la oportunidad que nos damos cada año, para encontrarnos teatristas y público en una celebración compartida.
Pero es, también, un gesto de resistencia. Porque así surgió y así lo entendemos. Significa alzar la voz para denunciar las políticas públicas que no fomentan, que obstaculizan y que pretenden destruir las manifestaciones culturales.
Y es, además, un espacio para la Memoria. Porque es nuestra convicción que el arte alcanza su más profundo sentido cuando es capaz de convertirse en caja de resonancia de nuestra comunidad y de rebelarse ante quienes promueven el olvido, el oscurantismo, la banalidad o la violencia.
Llegamos a la séptima edición de nuestro festival atravesadas y atravesados por la terrible situación social que estamos viviendo.
Una vez más estamos frente a un gobierno que cercena nuestros derechos, que intenta destruir el Estado y pone en peligro los más elementales valores de nuestra vida en democracia.
Quienes formamos parte de este FESTIVAL estamos convencidas y convencidos de la importancia del respeto, de la escucha, del trabajo colectivo y la defensa de los derechos conquistados. También sabemos que nada es posible si se gesta con violencia, con odio, con descalificaciones e insultos.
Por eso hoy, como hace siete años, alzamos nuestra voz en Defensa de los sitios de Memoria, de la búsqueda de las nietas y nietos apropiados en la última dictadura cívico militar, de las políticas de mujeres, género y diversidades, del acceso a las manifestaciones culturales como un derecho que debe garantizarse… En defensa, en síntesis, de un mundo que nos permita vivir plenamente nuestro presente, sin temer por nuestro futuro y sin olvidar nuestro pasado.
Que este Festival contribuya a la construcción de ese mundo que, estamos seguras y seguros, todavía es posible.

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